En un momento muy particular de su vida, esta obra se presenta como un pilar fundamental para retomar el camino. Santurio, después de un proceso de más de siete meses, 10 toneladas de acero y 45 metros de obra en su homenaje al Éxodo del Pueblo Oriental, en el Ayuí de su Salto natal, y después también de un silencio creativo muy necesario, realiza esta monumental, simple y a su vez muy compleja escultura, en la que combina destreza técnica, años de evolución en su particular lenguaje, dominio de los grandes formatos y mucha sensibilidad.
El ciclo natural de la vida, que se da tanto en los cultivos como en las personas, se resume y queda manifiesto. La energía que se recibe, se absorbe, se transforma, se devuelve, renace, rebrota.

Espíritu de la naturaleza

Tinta china, utensilios de metal al rojo y agua, sobre papel vegetal. Terroir singular, ligeramente salino, da vida a la viña, que dibuja el paisaje. Vinos frescos y cristalinos van tomando de su cepa colores y notas sutiles.La obra se pliega a la atmósfera del lugar, al espacio arquitectónico, e intenta dialogar con el proceso de las uvas en la elaboración del vino. El juego con la luz permite encontrar el balance preciso entre lo etéreo y frágil del papel y la escenografía industrial. Los vinos frescos y cristalinos evocan las transparencias y los colores que se suceden hasta fundirse en el plano.

El carácter de este establecimiento, su paisaje natural y cultivado a la vez, en una aparente contradicción, me sugirió que la obra que se implante en ese espacio tan particular participe de ese antagonismo, se integre y a la vez lo caracterice. Es así que se busca la integración al paisaje que se percibe a través de la obra, su transparencia, en diálogo con el espectador y el espacio, sus dimensiones a escala de la ubicación significativa en el establecimiento, del cual forma parte.

Palabras y versos de granito

En este escenario, la porfía resiliente que conlleva la labor agrícola en su recreación del campo inculto en olivares productivos, en la humanización del paisaje y, por otro lado, la recia, tenaz, labor escultórica del tallado en granito se funden para remitirnos, en su alianza creadora, a los orígenes de nuestra civilización, evocando la antigüedad clásica, cuando la vid y el olivo, junto al arte y el pensamiento, sentaron las bases materiales y espirituales del occidente europeo.

EDUARDO OLASCUAGA

Cuando los olivos y el granito evocan la eternidad

El trabajo escultórico que Carlevaro desarrolla en el marco del olivar, un auténtico poema visual manifiesto en palabras y versos de granito, se liga con sugerente y evocadora armonía al entorno, donde la reordenación transformadora del espacio generada por la agricultura dialoga con la sugerencia y la revelación, con la magia que conlleva el arte, embelleciendo en su tránsito al espectador que lo contempla, que lo vive y respira a su paso.

EDUARDO OLASCUAGA